PÁGINAS DE MOMO - CARLOS SOTO
Letrista laureado, si los hay. Forma parte de la historia
rica de nuestra máxima fiesta popular. Ganador en las cinco categorías. Dueño
una búsqueda muy atractiva a nivel de textos, con mucha calidad, y una ironía
que siempre desprendía un mensaje. Asimismo se desempeñó como periodista, por
lo que la escritura fue una de las tareas fundamentales en su vida.
“Gorrión que abriendo sus alas deja su nido de sombra,
porque la tímida alondra ya, desde el azul lo reclama. Trayendo al pico una
rama, el hornero es artesano,. Y es un poeta el zorzal, oyendo algún cardenal
que de gorjeo se inflama, calandria, mixto, y saviá, que alumbran en la ciudad
con su trinar la alborada”.
Fragmento de una de las retiradas más emblemáticas que tuvo
a su pluma como protagonista, creada para la murga “Asaltantes con Patente” en
el año 1961. Su legado está ahí, en cada
reunión, en cada cantarola, y en cada carnaval.
LA PLUMA DESDE CHIQUITO
“Se nace con virtudes y defectos. Después el entorno va
formando a la gente. Ya en la escuela tenía preferencia por escribir. En un
momento dado, en quinto de escuela, mis compañeros creían que me escribían las
cosas en casa. Mi mamá era española, y le enseñé a leer y a firmar. Siempre
tuve la vocación de escribir, pero en carnaval se dio casi por casualidad. En
1952, era componente de La Milonga Nacional, salíamos desde Maciel y Buenos
Aires, en la esquina del Café “Hacha”. El “Hueso” Pérez iba a escribir, pero se
enfermó. Entonces todos me pidieron que escribiera. Ahí debuté como letrista, y
ya no paré más. Desde chico estuve ligado a gente carnavalera, tenía vecinos
como Ramón Collazo, por ejemplo. Uno se va contagiando, y formando de tal
manera que desarrolla algo que tiene adentro. La murga pasó a ser algo
primordial para mí”.
“¡NO! ¡MURGA, NO!”
“La única vez que no
escribí para murgas, estuve con los Parodistas del Chocolate. Curiosamente,
recuerdo que ese año vino gente de
Buenos Aires, perteneciente a la Revista
“Rico Tipo”, de la cual Cachela (Antonio Casaravilla), director de Asaltantes
con Patente, era el despachante. Querían poner publicidad durante el carnaval
de 1953. En la charla con esta gente, Cachela les dice “No se preocupen que la
murga va a salir bien”, a lo que respondieron “No, murga no! No sabemos cómo es
acá, ni siquiera los nombres de los conjuntos, pero nos dijeron que murga,
no!”. La murga no tenía prestigio en ese momento, no era bien vista. El tema es que estaban ofreciendo $5000, y el
primer premio de murgas eran $2500. Ofrecían dos primeros premios. Entonces yo
les dije “No se preocupen que vamos a sacar un conjunto de parodistas”. Se
fueron contentos. Y apenas cruzan la puerta, Cachela me dice: “Y qué vamos a
hacer?”, y le digo “Sacamos a los dos conjuntos. Vos sacá a los Asaltantes, y
yo a los Parodistas del Chocolate”. ¡No íbamos a perder ese dinero!”.
ORGULLO CARNAVALERO
“El carnaval se ha jerarquizado en todo este tiempo. Lo
único que ha perdido, y es natural que se pierda, es la cantidad de tablados.
De haber 300 tablados en un determinado momento, hoy por hoy hay muy pocos. Pero
en cuanto a lo artístico, la creatividad que ha tenido el Carnaval Uruguayo es
casi imposible de creer. Hoy en día un parodista hace maravillas en cualquier
país de habla hispana. De repente está parodiando “Los Molinos de Viento” de Miguel
de Cervantes, y lo hace en forma impecable, con un alto nivel en canto, vestimenta, y en la forma en que se escribe y
se plantea todo eso. En la murga es más difícil porque habla de situaciones y
necesidades nuestras, muy arraigadas a la cultura de nuestro país. Felizmente,
uno está en una edad que mira para atrás, y está orgulloso de haber
participado, solo tiene que aplaudir. Lo que viene, va a ser mejor todavía”.
LA MAGIA DEL DOBLE
SENTIDO
“El doble sentido es algo que se ha perdido. En 1942, en
plena presidencia de Amézaga. Cachela salió disfrazado de Presidente de la
República. Peinado con raya al medio, la banda presidencial, desfilando en una
carroza de Martinelli, blanca con caballos blancos. La gente lo miraba y, ¡era
Amézaga! Primero subía uno que hacía de locutor, luego subía Cachela, y la
murga quedaba abajo del tablado, en la escalera, que se suponía que era la
barra del senado. La murga decía desde abajo: “Los huevos escasean, y están
subiendo”. Y Cachela respondía “Ustedes
los tendrán, porque yo no tengo”. ¡Era el presidente que estaba hablando! La
gracia estaba en reflejar la realidad con ingenio, sin ofender a nadie".
PARA QUIÉN ESCRIBIR
“Mañana escribo para una murga en la que sale el mejor actor
cómico del mundo. Pero yo sé cómo trabaja. Si tengo alguna idea, tengo que
pensar en el componente que la debe hacer, y hacerla bien interpretando lo que
se le ha escrito. Y de repente él se
enferma, o se enoja y se va, y capaz que otro componente es cinco veces mejor que
el crack que se fue, pero no lo manifiesta,
o recién empezó. Entonces si yo no lo veo, no veo su capacidad, pero si ese
componente la tiene, va a ser mejor que el otro. En la murga ocurre que estás
escribiendo algo pensando en un intérprete, y al final resulta que otro se
destaca mucho más”.
LA CENSURA
Llega un momento en el que uno se da cuenta de ciertas
cosas. Y en el caso de los milicos, ellos tachaban lo que les tocaba a ellos.
Lo otro lo dejaban. Hay quienes creen que la censura empezó con la dictadura,
pero la censura estuvo siempre. El Consejo del Niño y el Ministerio del
Interior, siempre estuvieron censurando en forma severa. Hubo un año que dos
empleados de la Intendencia, cayeron con el coche en la puerta mientras estaba
ensayando, y me dijeron “La censura te mandó a buscar”. “Bárbaro”, les dije.
“Porque encima me llevan en auto, y yo vivo a dos cuadras de su oficina”. Vivía
en Florida y Maldonado. Al llegar, estos
tipos entran, y le dicen “El Sr. Soto”, al único milico que estaba ahí, que era
el presidente de la censura, los demás eran todos civiles. Cuando entré, dije
“Buenas noches”, y no me contestó nadie. Eran once individuos, diez civiles y
el milico. “Siéntese ahí”, me dijo el milico. A lo que contesté “Perdón”. Volví
a salir, cerré la puerta, la abrí y dije “Buenas noches”. Volaba de calentura
el milico, pero no dijo nada. “Siéntense ahí”, me dijo de nuevo. Me acuerdo que
teníamos que mandar diez copias de los textos. El milico empezó a leer el
libreto, y tachaba. “Esto no va”, decía. Pero yo me daba cuenta que lo que tachaba
no tenía nada que ver con nada. Tachaba y chau. Yo pensaba que cuando llegara a
una determinada parte del libreto, que era más brava, seguro iba a marchar para
algún cuartel. Sin embargo cuando llegó a esa parte, siguió de largo. Y ahí le
dije “Perdón. ¿Esto va?”. Me dice “Sí”. Era un momento del libreto en el que se
hacía una comparación entre la mujer y el hombre con respecto al pantalón. Se
hablaba de las polleras minifalda, maxifalda, pollera poncho, todas las
polleras. Y una era la pollera con botones. Entonces le llamé la atención al
milico, diciéndole “Acá dice pollera con botones”. Y respondió “Sí, eso v…no!
Pollera con botones, no!”. Recuerdo que todo lo que él aceptó y firmó en ese
momento, después lo censuró antes de subir a cantar en el Teatro de Verano".
LA MURGA Y SU CONCEPTO
DEUDA ETERNA
“A la gente le estoy devolviendo el 1% de todo lo que me
dio. Me ha reconocido muchas cosas, ha cantado mis versos, me ha hecho mil
regalos, homenajes, y eso genera un cúmulo de detalles y de satisfacciones que
hacen que uno siempre esté en deuda. Cuando uno debe dinero, vive preocupado
por esa deuda. En este caso es al revés, porque jamás voy a poder devolver lo
que el carnaval me ha dado. He sido un privilegiado”.
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