MOMOLANDIA
Cada persona posee su propio imaginario, cuando este se
colectiviza, se origina el “Imaginario Popular” sobre las distintas cosas.
Momolandia plantea un repertorio que pretende deambular por lo que piensa y
siente el espectador, con un popurrí muy crítico, manteniendo esa postura en el
bloque donde se habla de la educación. El libreto nos invita a reflexionar que
todos tenemos una ideología y descubrir cuál es, y merodea por el humor cuando la
murga recorre su propio imaginario popular , con la aparición del personaje de
Óscar “el gordo” Díaz, intepretado por
Charly Álvarez. La musicalidad y la poesía se lucen en las puntas. El elenco ha
experimentado algunos cambios para esta Carnaval 2017, y uno de ellos fue la
incorporación de Jonhattan García, aportando su beta actoral en los distintos
cuplés. Tuvo la gentileza de compartir una charla, transitando por distintos
temas.
¿CÓMO FUE TU ADAPTACIÓN A “MOMOLANDIA”, Y CÓMO VIVISTE EL
PROCESO DE ENSAYOS?
“Leonardo Pereyra me llamó a principios de año, luego de
unos encuentros que tuvimos en algunas fiestas de murgas. Le había dicho que
no, y me volvió a llamar unos meses después. Ahí agradecido le pregunté cuál
era la propuesta, y me dijo que en el grupo técnico estaba Felipe Castro, y que
se había sumado Javier (Carvalho), y eso me motivó para salir en Momolandia.
Felipe Castro para mí sigue siendo un superhéroe murguero, y cantar cosas
escritas por él fue lo que más me sedujo; más que salir en carnaval, incluso.
La adaptación al grupo fue muy rápida, porque los compañeros estaban
esperándome. Me brindaron total libertad desde el primer momento. No conocía a
la mayoría personalmente, sí de verlos en los tablados como espectador cuando
era un adolescente. Charly Álvarez, Eduardo, Martín Angiolini, Leo Pereyra,
Fernando, Sergio Rivero, son todos unos crá. El clima de los ensayos varía
cuando hay gente visitándolos. Ahí tenés que ser más educado, y dejar que las
cosas sucedan sin cortar tanto. Eso ayuda a estar manteniendo un personaje todo
el tiempo. No hay chance para la distracción. Al principio se me hizo un poco
difícil porque me sumé al grupo sin haber tenido participación directa en la
idea, y el armado de los textos. Eso está bueno de todas formas porque te
entregás a lo que arman los técnicos. Después por suerte, pude ir armando a mi
antojo a las participaciones que tengo en el espectáculo”.
EL DISFRUTE Y LA COMPETENCIA
“Estoy empezando a disfrutar mucho más de los tablados. De a
poco empezás a potenciar a tus compañeros, y ellos a vos. Hay algunos
compañeros con trayectoria en el carnaval que viven de otra manera en
determinadas instancias. El viernes cuando bajé del Teatro de Verano estaba muy
emocionado, y saludé a todos mis compañeros como si fuera el último día. Todos
me decían “Jonha, todo bien, vamo’ arriba, pero si tenemos suerte faltan dos
ruedas más”. El bicho de la competencia te oscurece, y no es sano. El “click”
está en ganarle a la competencia, y en que no tiene por qué pesarte tener que
ir a maquillarte a las tres de la tarde, o cansarte el desfile. Es lógico que
estamos en una competencia que requiere profesionalismo, pero la murga se puede
hacer en cualquier lugar, día y horario, y si lo vemos de esa manera, el concurso
no es tan nocivo. Toda instancia me emociona”.
UN CARNAVAL INJUSTO
“El concurso te coloca en un lugar muy injusto para con los
técnicos. Existe una mecánica de crear y trabajar un espectáculo de murga en
muy poco tiempo. Se trabaja mucho para mostrar lo que ensayaste durante un mes,
y en función de cómo te haya ido en el concurso tenés que mantener el nivel. Si
el nivel bajó, ese técnico ya no va a ser considerado, matan a la murga, y ya
no labura, entonces es muy difícil. Carnaval es poco justo en ese sentido, y
eso lo provoca la competencia. Perdés una prueba de admisión, y te dicen “La
murga estuvo divina, es una injusticia que no haya pasado”. Terminó el
comentario y se olvidaron de la murga. Diecisiete personas se pierden de
compartir lo que están haciendo, y quedan sin trabajo. El murguista no tiene
que dejar de ser murguista”.
¿CÓMO TE SENTÍS CON EL LENGUAJE Y EL CÓDIGO QUE MANEJA LA
MURGA?
“Me gusta que la gente vibre con el popurrí. Me emocionan
los quiebres de batería. Los distintos estilos de murga se encuentran en algún
punto, pero es distinto cuando estás en el escenario diciendo cosas que sabés
que a la gente le llegan. En el popurrí la gente está esperando que le digas
algo, y ahí es cuando la murga es la voz del pueblo. El público apoya desde el
aplauso en ese momento, y no se pone a cantar contigo porque no sabe la letra,
pero si pudiera hacerlo, lo haría. Cuando te entreverás cantando la bajada
entre la gente, y ves las sonrisas, te das cuenta de que a ellos les gustaría
estar arriba del escenario. Cuando era chico me pasaba eso. Para mí los
murguistas eran superhéroes gigantes. Con diez años veía a Los Saltimbanquis, y
eran árboles gigantes de navidad bailando, todos brillosos” (risas).
¿VARÍA EL FOLKLORE DEL CARNAVAL EN LOS TABLADOS COMERCIALES
CON RESPECTO A LOS POPULARES?
“Varía, sí. Por más que en el Velódromo haya cinco mil
personas, no es lo mismo ir ahí que al Molino de Galgo, por ejemplo. Ahí es
donde encontrás a la gente que está esperando que una murga le diga algo. A ese
público le gusta cualquier estilo de murga. Es distinto el aplauso en un
tablado popular que en uno comercial. El del Velódromo es otro público, que
está como en otra postura, y se sienta a mirarte desde el “A ver, ¿qué tienen para decirme?”, y te terminan
aplaudiendo igual porque todos en el fondo disfrutamos de un espectáculo
murguero. Con el mismo presupuesto del Velódromo, armás cuatro tablados en los
barrios, y nadie hace nada por eso. En un momento se pierde la mística, y no
vas al Velódromo a ver murgas, si no a estar ahí, o a esperar que pase una
murga para que venga la siguiente”.
LAS CONDICIONES TÉCNICAS
“En estos últimos años se le da mucha importancia a las
condiciones técnicas en los tablados. Creo que no tenemos que renegar al género que tiene 100 años. Han pasado miles y
miles de personas que han hecho murga, y se han registrado cosas a un micrófono
solo que hasta el día de hoy seguimos cantando. Hoy sin embargo los murguistas
se enojan porque no se escucha un retorno”.
¿CÓMO VIVISTE EL DÍA DE LA ACTUACIÓN EN EL TEATRO DE VERANO?
“Con Javier (Carvalho) comimos unos ravioles en casa, y después
nos fuimos a maquillar. Mis compañeros venían y decían “¡Tranquilo, Jonha!”, porque
era algo emocionante para mí. Me encanta ir temprano a pintarme, estar todo el
tiempo ahí, bromear con mis compañeros, y estar dispuesto a traerles agua, etc.
Durante la actuación me sentí sumamente cómodo. Todo el tiempo trataba de no
mirar las cámaras, que ese es otro tema. ¿Por qué tenemos que hacer poses para
la tele? Inconscientemente las hacés, igual (risas). Pero es verdad, la televisión
ha alejado a la gente del carnaval. Hay compañeros de trabajo que me dicen “Ves
mejor a los espectáculos que en el Teatro de Verano”, y no las ves mejor. Las
ves en tu casa sentado en un sillón,
tomando una coca y comiendo una pizza. El director de cámaras pasa a ser un
integrante más de la murga. Si a él se le ocurre hacer los peores planos del
mundo, la murga pasa a ser una cagada. Se pierden un montón de cosas. El canto,
y lo que se dice pasan a ser secundarios. La radio, sin embargo, mantiene ese
misticismo, porque implica que prestes más atención al espectáculo y te
imagines cosas. No es que esté en contra de la masificación, pero ganamos en un
montón de cosas, y perdemos en lo más importante que es lo que la murga canta y
tiene para decir. De todas maneras lo disfruté mucho, lo sentí como un tablado
más con una mejor amplificación, y un marco distinto”.
¿CON QUÉ SE VA A ENCONTRAR LA GENTE CUANDO VEA A MOMOLANDIA?
“Se va a encontrar con una murga que canta bien y fuerte. La
musicalidad y los textos por momentos tienen cierta sensibilidad que te coloca
en distintos estados. Hay una linda historia, que nosotros aún estamos
trabajando. Representamos a personajes de la historia del arte que están muy
ligados al carnaval (Colombina, Arlequín, Saltimbanqui, Pantaleón, Isabella, Scaramouche),
que viven en la tierra de Momolandia. Todos ellos atraviesan el imaginario
popular. No hay mucha risa, porque preferimos decir cosas, y que la risa sea un
anexo a lo que está pasando. Hay mucha poesía, y los distintos pasajes son
simpáticos. En general es un espectáculo lindo y sincero. En términos de
concurso es ajustable pero competitivo”.
DISFRUTÁ DE LA ACTUACIÓN DE MOMOLANDIA EN LA PRIMERA RUEDA DEL CONCURSO OFICIAL:
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